Ayer sentí los efectos de la teletransportación, la meditación, la desconexión, la levitación… o mejor aún, la bilocación. Me fuí y volví en mí: sin anestesia, sin hipnotizador, sin catalepsia.

Me hubiera hecho falta un trapecio, una escalera, un asidero, un buen cinturón, un pescozón, un chapuzón… o el extremo de una cuerda entre los portales de Carol Anne…

Primero andé rápido, más rápido, avancé, zigzageé, esquivé, crucé…, me detuve, seguí, miré…, juré y perjuré, volví a mirar… al conductor del convoy, me miró, se apiadó, se esperó, busqué, validé, ¡chas!, abrí la puerta y me senté…

Después me sosegué, me calmé, tranquilicé, me alegré… de la posibilidad de llegar a tiempo al siguiente tren…

Y entonces divagué, observé, atisbé y escuché: «Próxima parada: una antes de la suya…», y una milésima de segundo después… miré las puertas que se abrían, miré los adoquines, el extraño muro, las expendedoras, ¡los carteles! y pensé «horror, ésta es la mía…», salí disparada, como posesa, recién nacida, expulsada, requerida de nuevo en éste mundo, volviendo de no sé dónde, sin saber cuánto tiempo había estado en ningún sitio… horas, minutos, ¡segundos!¡Uf, qué viaje!¡Vaya ajetreo!

Asun Ferri

* Imagen: Bilocación, vista en la red.

Un comentario en “Transbordo

  1. Je, je, je… ¿De cuántos vagones no habré salido mientras las puertas se cierran? Un libro, un pensamiento, una comezón, una imagen… Cualquier cosa puede abducirnos en cualquier momento y hacernos despertar en cualquier parada sin saber cómo narices hemos llegado allí. Un fuerte abrazo, Asun!!

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