Oda al billete de cinco

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Pobre billete chiquito,

que pasas de quinientas

y no llegas a mil.

.

De todos tus hermanos,

el color más feo te dieron,

gris azulado.

Sobra decir que el más deseado

es tu hermano, el morado.

.

Pobre billete arrugado,

con la faena que tienes y siempre

te extienden avergonzado.

.

Poco valor te dieron,

necesitas escudero,

siempre te acompaña un euro

como fiel compañero.

.

Pobre billete cansado,

ni el verde te concedieron,

no llegabas a ello.

Incluso llevas a un lado

en vez de dorada,

una banda plateada.

.

Pobre billete de cinco,

trabajas con ahínco,

y nadie te quiere a su lado,

por eso vas de mano en mano.

.

Pobre billete gastado,

¡Cuanto trabajo te damos!

.

A. Ferri

2011

Los tres cerditos y el banco feroz

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El otro día tuve un sueño…, soñé que el dinero ya no servía, la gente amontonaba el papel moneda en grandes pilas que se deshacían formando una pasta informe, viscosa, que en las ciudades serpenteaba hasta colarse por las alcantarillas y las cloacas  saltando al mar para posarse en el fondo como masas coralinas, en los pueblos ascendía hacia las montañas cual salmón remontando frenéticamente un río, llegaba a la cima y se hundía en la maleza brotando de ella como pequeños árboles que crecían y crecían, pinos, abetos, nogales, encinas, chopos…

el oro se escapaba de las prisiones, de las cajas fuertes de los avaros y volvía a las profundidades fundiéndose con el núcleo terráqueo…

el petróleo se colaba por los cráteres de los volcanes y las fallas de los terremotos en su descenso hacia las bolsas subterráneas que antes lo cobijaban…

los diamantes se dirigían hacia las pistas de lanzamiento de la Nasa y volaban disparados a la velocidad de la luz hacia las estrellas…

y los hombres, estupefactos, comenzábamos a crear depósitos bancarios de semillas, pepitas de fruta, granos de arroz…, constituíamos Acciones de bosques frondosos, Fondos de inversión de aire limpio, burbujas de agua impoluta y Congresos de contemplación del infinito …

los mayores jugaban al tute con lentejas, los jóvenes se engalanaban las orejas con cerezas y los niños construían casitas de barro, emulando las torres de hormigueros… el cuento de los tres cerditos, era de obligada lectura en las escuelas, del cual se había reescrito la moraleja: el cerdito que construía su casa de ladrillo era un esbirro esclavo de por vida que pagaba una hipoteca desorbitada al extinto banco feroz y los otros dos cerditos colaboraban entre sí para construir sus casas de paja y barro, que conservan el calor en invierno y el fresco en verano de forma milagrosa, de manera que todos los niños soñaban con hacerse mayores para ayudarse unos a otros a construir la suya…

… y de pronto desperté, pensando que en cierta forma algunas partes de mi sueño eran realidad en otras culturas, otros países o lo habían sido en otros tiempos… y entonces verdaderamente comprendí que ‘… la vida es sueño y los sueños, sueños son’

A. Ferri

* Fotografía: Niños alemanes juegan con bloques de billetes que han perdido su valor, posguerra en Alemania.

Fuente: http://musicatranquila.blogspot.com.es/2011/11/y-otro-dia-historico-el-marco-aleman.html

El rastro de la vaca Flaca

Había una vez una pequeña tienda en un claro de la selva; era un espacio armonioso, ocupaba un lugar luminoso en un barrio lleno de barro. La dueña se llamaba Flaca, una anciana vaca con manchas blancas y moradas, sus patas eran delgadas, su piel desvencijada y en sus costados tenía muchas costillas clavadas.

Las hienas del barrio de ella se reían, los monos también se mofaban, los leones la amedrentaban y las elefantas campaban ufanas por su comercio tomando lo que les venía en gana.

Al amanecer abría su tienda, la puerta siempre dejaba abierta; vientos, lluvia y vendavales no hacían nunca mella en ella. La vaca Flaca siempre estaba contenta, en cualquier momento se entretenía, tejía, bordaba o cocinaba.

Casi todos los días en su tienda, ocurrían las mismas tropelías… llegaba el gorila:

– Se avecina frío, quiero comprar vestidos para mis críos.

– Te vendo éstos, son de pura lana, los tejo yo misma por las mañanas.

– ¿Cuánto cuestan?

– Págame lo que tú creas que valgan.

– Dime un precio, sin regatear no hacemos nada.

– No tienen precio, te llevas los vestidos más todo mi aprecio.

– Vaca Flaca, tu fama ya llega a todas las comarcas, tu aprecio no vale nada. Dime qué quieres por los vestidos que ya me está entrando fastidio.

– Todo lo que vendo en ésta tienda, está hecho con mis manos, en ello pongo mi alma a cambio de tu cariño, no quiero dinero por ello pues éste no vale nada.

– Me hacen falta los vestidos pero no te daré mi cariño, me los llevo sin pagarte, ya veo que vives del arte.

El gorila se llevó la mercancía y la vaca se sintió no triste, pero sí apesadumbrada, “¿cuándo comprenderán, el valor de lo que vendo?”, pensaba.

Por las tardes, llegaban las elefantas:

– La elefanta cumple cien años, queremos golosinas, caramelos y una tarta tan grande como un rebaño.

– ¡Mirad éste bizcocho, recién sacado del horno!, lo he hecho con nata, crema y almendras, ¡ahora lo adorno con velas!

– Ese nos parece bien, dinos su precio, pues ya sabes que no te daremos aprecio.

– Lo que vendo no tiene precio, no os cobraré ni un céntimo, sólo un poco de cariño o un rato charlando al fuego.

– ¡Esta vaca está chalada, sin dinero no hará nunca nada!

La vaca les regaló la tarta, como ya llegaba la noche, se retiró a su morada.

En la selva las noches eran muy frías, si además llovía o soplaba el viento, ninguna casa resistía. Esa noche de tormenta, muchas casas se derrumbaron, los gorilas se mojaron, todos se constiparon, menos las crías; los vestidos que llevaban las protegían. El viento y la lluvia arrastraban el barro, las aguas se enturbiaron y muchas elefantas enfermaron, las que habían comido tarta permanecieron tan sanas como una manzana.

Los gorilas y elefantes reflexionaron sobre los acontecimientos. “¿De qué nos sirve el dinero? La lluvia y el viento tienen más poder en éste momento. Mirad los críos que llevan los vestidos que tejió la vaca Flaca con cariño y ved las elefantas que comieron la tarta que la vaca preparó. Creo que Flaca, nos ha dado una lección.”

La vaca Flaca, permanecía sentada en la puerta de su morada, no quería su arrepentimiento, sólo su cariño y compañía para ver pasar el tiempo. A partir de ese momento su negocio cobró fama y merecimiento: la vaca Flaca relucía de alegría, todas las tardes tenía buena compañía, tejía, bordaba y cocinaba alimentos que luego regalaba a cambio de condimentos. ¡El cariño y el aprecio no le faltaban incluso parecía que engordaba!

A. Ferri